Por: Dario Ungredda
Al final de la década de los ochenta en la ciudad de Lima (Perú), Roberto y Carola, un matrimonio de clase media, trabajaba una imprenta. Lo tenían todo: salud, dinero y amor. Pero decían, les faltaba un hijo para ser inmensamente felices. Entonces, La Providencia les entregaría en sus manos la que sería la misión de sus vidas. Ocurrió así, con la llegada de un bebé al cual bautizaron Christian.
Al pasar de los meses sin embargo, notaron que algo no iba bien. El bebé no respondía las sonrisas que se le hacían, parecía no escuchar, lucia ausente. Los médicos finalmente sentenciaron “Christian es Autista”.
Sus padres temblaron y sus corazones se inundaron de amargura al oír el diagnostico. ¿Porque a mi Dios mío? Pensó Roberto, atribulado .
Al pasar el tiempo, las lágrimas se trastocaron en resignación y luego en afán. “Haremos lo imposible para que el niño sea feliz” una y otra vez repetían. Así, rodeado de atenciones y amor el bebé se convirtió en niño. Viviendo en su silencioso mundo Christian era alimentado, bañado, vestido y acompañando.
Día tras día, mes tras mes, año tras año, sin embargo , preocupados por su muy limitado futuro, sus padres decidieron buscar ayuda en los Estados Unidos. Vendiéndolo todo, fueron en pos de los mejores médicos y hospitales para que los ayudaran a tener una vida positiva. Ya en U.S.A, lejos de casa, trabajo y amistades se encontraron finalmente durmiendo en hospitales entregados a Christian. Además se habían ya gastado todo el dinero que trajeron del Perú.
Meses después, Roberto consiguió trabajo como carpintero y la familia aunque con estrecheces, poco a poco fue asentándose en una ciudad de la Florida. Christian, medicamente respaldado, fue aceptado en el sistema escolar. Él con sus otros dos hermanos menores Karen y Robert, pasaron allí la primaria y la secundaria. Por otra parte la vida de los padres que atienden hijos con necesidades especiales se vuelve monótona, sola, tediosa. El sacrificio continuo es manoseado por la tristeza o la depresión. Normalmente los amigos se alejan uno a uno.
Por fortuna y en compensación, Christian y su familia fueron asistidos espiritual y económicamente por la Iglesia Cristiana que frecuentaban. Además contaron con la extraordinaria ayuda de Javier, un maestro de educación especial el cual ayudó extensamente a Christian. Así es amigos, todo transcurría con normalidad hasta que un día, ocurrió lo inesperado. Christian -de 21 años ya cumplidos- era alimentado por su padre cuando sorpresivamente un trozo de comida se le atascó comenzándolo a asfixiar. Luego de intentar ayudarlo infructuosamente por unos minutos Roberto llamo al 911. El rescate lo llevó al hospital. Minutos después, los padres de Christian recibieron una puñalada: “Lo sentimos mucho”, dijeron los médicos de emergencia. Roberto y su esposa cayeron de rodillas e implorando al cielo pidieron: ”¡Diosito déjalo con nosotros aunque sea un tiempo más!”.
Ocurrió entonces algo increíble, de inmediato una enfermera gritó: ”¡Tiene signos!” . Es un hecho, cuenta Roberto, que Dios revivió a Christian por casi quince días, al cabo de los cuales falleció.
Dicho tiempo sirvió, sin dudas, para aceptar con mayor resignación su despedida. Luego, después de rezar y meditarlo mucho, sus padres y el equipo médico que lo atendió, acordaron las donaciones de órganos y tejidos de Christian, esto se hizo con vista a la necesidad imperiosa de órganos para ser trasplantados en tanta gente enferma y sufriente, y en homenaje a este amado país, Estados Unidos .
Es de hacer notar que -salvo su cerebro-sus restantes órganos estaban en perfecto orden y en total sanidad, allí pues, Christian sirvió al morir como un surtidor de vida.
Su corazón, riñones, córneas, piel, huesos , pulmones, hígado, fueron donados. Ellos, rescataron a ocho (8) seres humanos quienes desesperados estaban clamando por un trasplante desde ocho hospitales distintos en los Estados Unidos. En el que fuera su High School, se le hizo a Christian un homenaje. Con asistencia masiva de antiguos y actuales alumnos se rezó, cantó y lloró al recordarlo como un ser muy especial.
Él con sus limitaciones a todos abrazaba y quería, sin nunca quejarse. Y así lo recuerdan sus padres hoy día: Christian vino al mundo a redimir a través de su paciencia, dolor y entrega, la existencia de quienes lo conocieron en vida y después de ella. Es el mismo Christian que a fuerza de ejemplos hoy día nos predica lo que le confió a su corazón su gran amigo JESUCRISTO. Vale!